Son las 4:05 p.m., parto del hotel, con ganas de recorrer y disfrutar de una de las ciudades más encantadoras, Cartagena de Indias,
buscando el cordón de murallas que protege el Centro Histórico, y dejándome envolver por el místico paisaje caribeño.
Cinco minutos tardo en llegar, de inmediato me bajo y enciendo mi cámara. En la Bóveda 1, diagonal a la Serrezuela, subo por una loma empedrada que me conecta con el Baluarte de San Lucas.
Se siente el sol inclemente. Una botella de agua no es suficiente para recorrer este camino, pero no vas a poder parar, no te vas a querer perder los atardeceres mágicos, que son el principio de las noches en el Corralito de Piedra.
“Con el fin de proteger la ciudad de ataques constantes de los enemigos de la corona y los piratas agresivos, en Cartagena encontramos 11Kms de murallas, los cuales hoy representan una historia y un atractivo turístico que visitan miles de extranjeros y nacionales. Si usted quiere yo le cuento la historia completa, amiga”, me dice un señor que trabaja como guía en ese lugar. No señor, muchas gracias, le dije con una inocente sonrisa. Mientras, camino distraída por todos los rincones de este lugar, voy observando muchas personas conversando debajo de unas casitas con techos rojos, resguardándose del sol y que además parecen descansar. Cartageneros y viajeros a los que parece no importarles los 32 grados de temperatura y el 78% de humedad, sino este recorrido tan interesante, y obligado de la ciudad.
Ya comienza a aparecer ante mis ojos una combinación completamente exótica entre ciudad, mar e historia. La maravilla de las murallas se cuenta sola. Ahora desde el Baluarte Santa Catalina fijo la mirada hacia mi lado izquierdo, donde se ve una linda panorámica, una infraestructura colonial que se observa a través de callecitas coloridas, tradicionales de la cultura caribeña. La Plaza de Las Bóvedas es lo primero que se observa desde arriba, rodeada de construcciones con estilos realmente atractivos.
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Un conjunto de casas pintadas todas del mismo color, con balcones blancos y floreados. Al frente, una edificación blanca, con una composición colonial y secuencial correspondiente al Colegio Los Salesianos. Si decides bajar, podrás apreciar las 23 Bóvedas que cubren las tiendas de artesanías, donde podrás comprar un souvenir y llevártelo a casa, además conocer un poco de la historia de uno de los últimos proyectos de la Colonia -que sirvió como cárcel y de uso militar- y admirar su estructura.
(Descubra la agenda de eventos de Cartagena).
Es un día precioso, el cielo se torna de un color azul celeste, que contrasta con los pájaros que van volando, refrescados por la brisa del día.
Sigo mi camino, vuelvo a subir a las murallas, donde ahora me encuentro con varias personas haciendo diferentes actividades, hay quienes se ejercitan, otros conversan, muchas toman fotografías y autoridades en bicicletas que ayudan a que todo transcurra con normalidad.
Este sendero parece no tener fin, pero las maravillas de Cartagena tampoco. El primer Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, tiene una casa en esta ciudad, que desde este recorrido podrás apreciar. Con una pared plana, unos detalles particulares ocupan un gran espacio de la Calle Stuart donde seguramente como yo, te detendrás para apreciar y fotografiar.
Ahí tendrás que bajar, el camino se hace angosto, caminar por ese estrecho pedazo de muralla, intentando mantener el equilibrio y controlar el vértigo es todo un reto.
Admira desde lo alto de las murallas, la Calle de La Artillería, una calle concurrida, donde se escucha un alegre bullicio, el pataleo de los caballos, el diario de los vendedores, y muchos carros atravesando.
Las calles que se conectan con la Carrera 2, que corresponde a la avenida principal que bordea a la muralla, tienen una vista colorida, donde existe una variedad de hoteles, tiendas de ropas, pubs, restaurantes, iglesias, casas con balcones floreados, y todo eso rodeado de naturaleza.
¡Hay agüita ve, helados, paletas! gritan los vendedores ambulantes a propósito del calor. Opto por comprar una botella con agua, me siento en el borde de la muralla, en el Baluarte de La Merced, y es momento de darle la bienvenida al Teatro Adolfo Mejía en la Plaza de La Merced, detallar su llamativa arquitectura, que seguramente te motivará a sacar la cámara y congelar el momento.
La Calle Don Sancho, que resalta desde la muralla, es un referente de la ciudad, está adornada con hermosas fachadas, e imponentes balcones, y la hermosa cúpula de la Catedral que resalta el estilo colonial del centro amurallado. (¿Dónde almorzar o cenar en Cartagena? estos son nuestros restaurantes recomendados
El Bony Junior, Quebracho y
La Olla Cartagenera)
Al borde de las murallas, con un libro en la mano, y la mirada entre las páginas y las calles, hay varias personas aprovechando la brisa para deleitarse con la lectura y el atardecer que ya casi se asoma.
Sigo mi camino hacia otro Baluarte, el de La Cruz, rodeado de reconocidos bares y restaurantes, circundado por muchas personas que buscan el mejor lugar donde admirar el ocaso cartagenero.
Nunca estuve pendiente del reloj, hasta ese momento donde veía que el cielo tomaba un color particular, el sol se escondía entre el mar, ya eran las 5:30 p.m.
Todo parece indicar que en el Baluarte de Santo Domingo está la mejor vista. Un conglomerado de gente con cámaras en mano y ambientados por la música que suena desde la esquina del Baluarte, esperan ansiosos las amatistas en el cielo.
No tardó en maravillarme el cielo, de repente entre azules, amarillos, dorados y rojos, veo aparecer el mágico atardecer de Cartagena, abrazado con la noche y el sonido del mar.
Cartagena tiene todas las posibilidades de atraparme con su magia, sigo caminando, encontrando otros rincones que me fascinan, el camino amurallado me deja conocer además de la ciudad a sus lugareños, amables, extrovertidos y serviciales. Me ofrecen planes nocturnos, tours por lo monumentos, y recorrido por las playas.
Ahora llego a un puente rojo de madera, que conecta al
Baluarte de Santo Domingo con el Baluarte de Santiago, miro hacia el frente a la Calle Baloco, llena de realismo mágico, que agrupa todo ese estilo colonial, republicano y moderno que define a Cartagena, donde el día, la tarde y la noche están llenos de colores y romanticismo.
¡Mi amiga, tómese algo! otro vendedor ambulante que me tropiezo en el camino. Con un té helado en la mano me detengo a observar que el camino ya se acorta que he llegado al Baluarte de San Francisco Javier.
La música de este Baluarte, el último de mi recorrido, la infraestructura del imponente hotel Santa Teresa, la llamativa fachada del Museo Naval, y la vista panorámica que resalta la cúspide de la Iglesia San Pedro Claver, rodean la Plaza de Santa Teresa, que desde arriba acoge y motiva a permanecer más de lo planeado.
(Baile al son de los festivales de Bolívar, aquí se los describimos)
Con mucha nostalgia, pero con una experiencia gratificante me bajo del empedrado camino, encontrándome artesanías callejeras, vistosas, coloridas y admirables, que espero volver a ver.
Sin duda recomiendo a Cartagena de Indias como una ciudad exótica, para desinhibirse y disfrutar de cada kilómetro sin arrepentirse de la larga caminata.
Arquitectura, historia, arte, literatura, cine, música, fotografía. Escoge el aspecto que más te interese y aprecia la ciudad desde una nueva perspectiva.
Es por estas razones que el cordón amurallado representa para Cartagena de Indias un patrimonio arquitectónico, posee un valor cultural, un valor técnico, un valor sentimental, urbanístico, histórico y un valor artístico.
¡Vale la pena recorrerlo, descubrirlo y admirarlo!