Si imaginarlo es alucinante, recorrerlo es fascinante.
Así es el Centro Histórico esta “joya” de Cartagena de Indias que no me canso de visitar y recomendar. Su olor, su color, su aura, su vibra, su gente, en fin, todo de él me “seduce“. Y pensar que han pasado más de 26 años desde que pisé su suelo por primera vez y siento que cada día me cautiva más.
De múltiples facetas, así defino a este sector colonial de la ciudad en donde jamás tengo motivos para aburrirme porque siempre me sobran los planes por hacer o sitios por visitar ya sea que llegue por trabajo o placer.
Mi última extraordinaria experiencia por los atractivos turísticos del sector colonial la comparto con los lectores de Dónde, y recuerde que el casco histórico se recorre fácilmente a pie.
Durante tres días salí como toda una excursionista con cámara fotográfica, ropa, zapatos cómodos, y muchas, pero muchas ganas de conocer y disfrutar.
Iglesias, museos y murallas
Iniciar el recorrido por las iglesias es una maravillosa experiencia y más si se es católica como yo. Parto de la Calle Las Carretas hacia la Plaza de La Proclamación y justo al llegar a la esquina de la Calle de Vélez Danies con el Banco de la República, giro a mi derecha y
¡wow! qué espectacular es la Catedral Santa Catalina de Alejandría, qué arquitectura exterior, qué imponencia... no encuentro palabras para explicar lo que contemplo y me apresuro a entrar por la parte lateral. Si por fuera es hermosa, por dentro aun más por sus llamativos, o más bien, valiosísimos altares, santos católicos, inmensas puertas de madera, replicas del viacrucis, un techo sofisticado y un piso blanco y negro que evoca opulencia.
Impresionada salgo por la puerta principal con rumbo al
Museo del Oro con ansias de conocer la colección de la cultura Zenú. Vale la pena esta visita porque las piezas de oro y cerámica que observo son el reflejo de un trabajo impecable. Decido salir y atravesar el Parque Bolívar para llegar al Palacio de la Inquisición que resguarda al Museo Histórico. Adentro contemplo estupefacta la arquitectura del siglo XVIII, no me contengo y palpo los portones, balcones, techos y ventanas.
El turno ahora es para
la Iglesia Santo Domingo en la famosa plaza que lleva el mismo nombre y decido pasar de nuevo por la Catedral para tomarle muchas fotos más hasta que un vendedor de acuarelas me hace reaccionar y decido seguir mi camino. Me acerco a la Calle Santo Domingo y a medida que avanzo el color amarillo de la iglesia capta mi atención, ese color que contrasta con las inmensas puertas que a esta hora están abiertas. Otros turistas ingresan e igual que yo quedan impresionados con los altares y por el gran tamaño del Cristo de la Expiración. Con fe me le acerco y despido de él, no sin antes pedirle un milagrito.
Con la intriga de visitar el reconocido templo donde hace años se casó Juan Pablo Montoya y Connie Freydell, me dirijo a
la Plaza Fernández de Madrid. Al llegar noto que la Iglesia Santo Toribio de Magrovejo no es tan grande, pero encantadora y acogedora sí, y dueña de una arquitectura de 1665.
Mi próxima parada es en la Iglesia San Pedro Claver y no camino más de 8 minutos cuando el vuelo de las palomas me hace pensar que estoy cerca y no me equivoco, este templo es para mí uno de los más llamativos y en especial porque me permite conocer los restos de San Pedro Claver que se conservan en el templo como el mejor de los tesoros.
Entre el Museo San Pedro Claver,
el Naval del Caribe y el Histórico de Cartagena, todos a pocos pasos de la iglesia, decido entrar al último en mención. En este lugar las exposiciones del momento me atrapan más del tiempo establecido. Por la calidad de las obras noto que la ciudad es poseedora de grandes artistas. Son siete museos y cuatro iglesias que valen la pena visitar.
Maravillada opto por terminar mi tour de este día
recorriendo 11 kilómetros de murallas y haciendo paradas en cada baluarte, mientras observo encantada los balcones y los techos coloniales a mi derecha y a mi izquierda el inmenso mar Caribe y sus postales de ensueño. La brisa me golpea suavemente y no dejo de disparar mi cámara fotográfica y por supuesto, los vídeos por Instagram en directo cautivan a mis seguidores.
La parada obligada es frente a la Plaza Santa Teresa, que considero el mejor telón para autofotografiarme. Cansada, pero satisfecha, parto al hotel, no sin antes pensar en el tour de mañana.
El Centro Histórico tiene mucho más que turismo religioso, arte, cultura e historia. También es destino de vida nocturna en sus calles coloniales y plazas con variedad de opciones gastronómicas y casas boutique.
No hay nada más fantástico que corroborar desde la Plaza San Diego, San Pedro Claver, Santa Teresa, Santo Domingo y Fernández Madrid que las noches cartageneras tienen vida, son bohemias, mágicas, sorprendentes, alucinantes. Esas fueron las plazas que elegí y desde ellas, sentada con una margarita en mis manos la luz de las velas, observo la presentación de artistas callejeros, serenatas en vivo al pie de las mesas, los vendedores que se acercan con cautela, los fotógrafos, las palenqueras que muy orgullosas caminan con sus coloridos atuendos y poncheras repletas de frutas, gente de todas las culturas y por supuesto, los coches halados por caballos que le dan el toque final al ambiente de estos radiantes lugares.
Arribo a otra con mayor vida nocturna, la Plaza de Los Coches con su majestuosa Torre del Reloj, dueña de una belleza absoluta, y el Portal de Los Dulces, famoso por los deliciosos manjares y por el sonido de timbales, trompetas, campanas y bongos, que llega de un reconocido sitio salsero.
Mientras contemplo los llamativos letreros de los
rooftop del sector, descubro esta zona rosa para rumbear, pero mañana es otro día y salgo por la boca del Reloj y disfruto de una maravillosa vista de 180 grados, con el Muelle de La Bodeguita, la Bahía de las Ánimas, el Centro de Convenciones, el Muelle de Los Pegasos, el Camellón de los Mártires y el Parque Centenario de fondo. Me fascina lo que observo y me detengo a pensar en el valor arquitectónico de todo el Centro Histórico, orgullo de Cartagena de Indias.
Getsemaní
Como la finalidad de esta última noche es rumbear sin parar, me apresuro a recorrer Getsemaní, ese barrio colonial que ha recobrado su esencia y en donde se puede escoger el sitio predilecto para bailar sin parar en algún bar o discoteca que desde los miércoles ofrecen rumba sana. La Media Luna, y hasta la Calle de La Sierpe, son las zonas IN para compartir, beber, divertirse, saborear una rica pizza en un restaurante o degustar un perro caliente sentada en la esquina de la Plaza de La Trinidad.
Pasadas las siete de la noche me aproximo a la Plaza de La Trinidad. Inicio saboreando una rica pizza en un reconocido restaurante de la Calle de La Sierpe, la opción perfecta para disfrutar de momentos inolvidables. Acompaño el menú con una buena copa de vino y mi paladar queda encantado con el primer sorbo. Este rincón de Cartagena me sorprende con sus exquisitos sabores y mágico ambiente.
Antes de elegir el lugar para cerrar la noche, me acerco a la puerta de la Iglesia de La Santísima Trinidad en donde la cultura alegre del Caribe se mezcla con la extranjera. Insólito, este rincón es bullicioso por la cantidad de gente que lo atiborra, pero también es encantador y acogedor.
Desde los escalones de la Iglesia de La Trinidad observo lo fácil que se relacionan los turistas mochileros con los habitantes de este barrio, admiro las fachadas coloridas de las casas republicanas y coloniales, las galerías de arte, los ventanales inmensos, los balcones de antaño y los grafitis o murales que hacen aún más agradable el ambiente. La música champeta y el funk que escucho a lo lejos me recuerdan que la noche es larga y que vine a rumbear.
En la Media Luna concluyo mi nueva aventura por el Centro Histórico de la polifacética Cartagena de Indias, la de mil colores y sabores.