De carruaje por el Centro Histórico

El recorrido en carruaje o coche por el Centro Histórico de Cartagena es una de esas actividades que no se puede perder cuando venga a La Heroica. Ya sea que le gusten los planes turísticos tradicionales o que prefiera las actividades sin afanes ni filas, este paseo de seguro llenará todas sus expectativas. Un recorrido visual y cultural por las vías más tradicionales del centro, donde se deleitará con la arquitectura colonial y aprenderá un poco sobre la historia de esta maravillosa ciudad.

Nuestro recorrido comenzó en la Plaza de los Coches, junto a la Torre del Reloj. En compañía de mi hija nos animamos a realizar este tour en el que tendríamos la oportunidad de recorrer bellas calles cómodamente sentados en un coche clásico halado por un noble caballo blanco. Inmediatamente nos transportamos en el tiempo, yo, un padre celoso de la Colonia, en compañía de mi bella princesa disfrutando un domingo tradicional cartagenero.Luego de acordar el precio con Orlando, nuestro cochero, el cual depende de la duración y el recorrido que se elija, iniciamos esta aventura a través del Centro Histórico de La Heroica. Este agradable trayecto, de aproximadamente 30 o 40 minutos, tiene un valor de $80.000 COP y le permite recorrer las calles históricas más llamativas y coloridas de Cartagena. 

El coche emprendió su marcha por la Calle de las Carretas con dirección hacia el barrio San Diego. “En esta vía se solían acomodar todas las carretas en la época de la Colonia y era la ruta más rápida para transportar las municiones desde las Bóvedas cuando la ciudad sufría algún ataque”, nos explicó Orlando mientras mi hija y yo nos sentíamos como personajes de la realeza. Continuamos por las Calles Primera y Segunda de Badillo con la misma dirección. El cochero nos cuenta que esta vía se llama así debido a que en ella vivió el célebre visitador español y quien fuera gobernador de la provincia de Cartagena en 1536, don Juan de Badillo, el cual vivió en ambas vías. Fue él quien encarceló a Pedro de Heredia, fundador de la ciudad, y lo sometió a un tortuoso proceso judicial.

Cruzamos a la derecha y seguimos por la Calle del Santísimo. Casi ni le poníamos cuidado a Orlando por estar tomando fotos y haciendo vídeos de estas hermosas casas con imponentes y coquetos balcones. Volteamos a la izquierda y seguimos por la Calle Tumbamuertos, donde en el pasado a más de una procesión se le calló el muerto por el mal estado de la vía.Llegamos hasta una de las plazas más tradicionales y uno de los sitios de encuentro del tradicional barrio San Diego, La Plaza Fernández de Madrid, alrededor de la cual se encuentran distintos restaurantes y cafés que aprovechan el encanto colonial para ofrecer espacios cautivantes. Luego pasamos junto a la Iglesia de Santo Toribio, en la cual nos cuentan que se encuentra una bala de cañón incrustada en la pared, la cual fue disparada en un ataque a la ciudad durante la época de la colonia española.

Continuamos rumbo hacia el sector del Baluarte de Santa Clara por la Calle de las Bóvedas. Antes de llegar a éste nos encontramos con una galería de locales de venta de artesanías y recuerdos que en el pasado sirvieron como espacios para guardar municiones y luego como celdas. A este sector se le conoce como Las Bóvedas y es otro de los lugares referentes del turismo en Cartagena.

Como si ya no estuviéramos lo suficientemente encantados y maravillados, tuvimos la suerte de tomar la parte final del recorrido bordeando la muralla justo cuando el sol empezaba a caer. Le pedimos a Orlando sacrificar el tramo final de nuestro tour y que nos permitiera estar un rato en otro de los icónicos Baluartes, el de La Merced, para poder apreciar este momento mágico en el que el cielo se teñía de una mezcla de amarillos y rojos.

No fue una decisión fácil de tomar pues nos perderíamos de pasar por las espectaculares iglesias de Santo Domingo y San Pedro a través de la Calle de Don Sancho. Acordamos recorrerlas más tarde caminando, lo cual no es fácil de negociar con mi hija, pero gracias al inolvidable rato que estábamos viviendo aceptó sin protestar.Nos despedimos de don Orlando y de su querido caballo Edgar. Mientras veíamos el coche alejarse sentimos algo de nostalgia, pero también la satisfacción de haber vivido un rato agradable sin los afanes del mundo moderno. Parados sobre la espectacular muralla contemplamos los últimos rayos del sol mientras se fundían con el agua en el horizonte.

Al voltear y emprender nuestro camino de nuevo hacia las plazas del centro, una luna en su fase creciente se asomaba ante nosotros y parecía estar colgada de la cúpula de la Iglesia de Santo Domingo. Dejando atrás una hermosa tarde y recibiendo una noche de ensueño, seguimos en compañía de mi hija disfrutando de esta encantadora ciudad que pareciera estar detenida en el tiempo.