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Un legado de honra a Cartagena

Para entender la magnitud de los ataques que afrontó Cartagena en la época de la Colonia, no hay como recorrer el interior del Castillo San Felipe de Barajas, y palpar cada uno de sus túneles, aljibes y cañones.
Estar allí, es en definitiva una experiencia única, que nos hace imaginar cada una de las batallas que libraron los españoles con las tropas y piratas que asediaban constantemente nuestra ciudad.
Para empezar, tenemos que explicar que Cartagena era algo así como la caja fuerte de los españoles, en donde se guardaba toda clase de tesoros -“alhajas y piedras preciosas”-, que conseguían en el país y otras veces traían del Perú en sus flotas de galeones.


Esto hizo que los enemigos de España, -franceses, ingleses y holandeses- la asediaran frecuentemente para saquearla, obligando así a la Corona Española a fortificarla y convertirla en la Plaza Fuerte más respetada de Améri-ca.
Y es por esto, que se erige el Castillo San Felipe de Barajas, una obra sin igual, conformada por múltiples baterías, pasadizos, reductos, cuarteles y ac-cesos, que permitían custodiar en forma segura nuestra ciudad.
Su primera etapa se inició en 1657, pero el proyecto se empezó a preparar desde 1630, cuando el gobernador Francisco de Murgas planteó la necesidad de su construcción.
En 1657 Don Pedro de Zapata, inicia la obra en honor al rey Felipe IV “El Grande”.
Los planos los hizo el holandés Ricardo Carr y posteriormente pasó a manos del ingeniero militar Don Antonio de Arévalo, quien fue enviado a fortifi-car esta ciudad.

La Plaza de Armas

En la parte superior del Castillo se encuentra la Plaza de Armas, con 15 cañones; y las baterías: San Carlos y los 12 Apóstoles, -con 13 cañones-; Hornabeque, -con 6 cañones-; Santa Barbara, -con 6 cañones-; La Cruz, -con 8 cañones-; La Redención, -con 11 cañones- y San Lázaro -con 5 cañones-; para un total de 63 cañones que defendieron en 1741 a la ciudad y lle-naron de gloria esta majestuosa fortaleza.
Esta plaza de armas contaba con cocina, aljibes, almacenes de pólvora, minas y un hospital para todos los astilleros de guardia.
Las galerías, túneles y pasadizos internos permitían la movilización de las tropas con agilidad y seguridad.

Los defensores de Cartagena

Los defensores de esta Plaza Fuerte fueron el Virrey Sebastián de Eslava, el Coronel  Carlos Desnaux y Don Blas de Lezo, marino cojo, tuerto y manco a quien se le atribuye el triunfo de la batalla obtenida contra los ingleses.

Epocas de abandono y destrucción

Pero no toda la historia del Castillo San Felipe fue de éxitos, en 1697 el Barón de Pointis, con una poderosa escuadra venció esta fortificación y des-de el mismo fuerte bombardeó la ciudad.
Asimismo, fue abandonado a su suerte después de la Independencia de Cartagena, -a mediados del siglo XVIII-, y estuvo a punto de demolerse, de-bido a su estado ruinoso.
Fue convertido en Cantera de donde se extraían lodo y piedra para una incipiente industria particular de productos de alfarería.

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