Un escondite para escapar de la realidad

La cita fue a las 8 de la mañana en el muelle Navas en Bocagrande. El Mar se veía tranquilo en el horizonte y mientras llegaban todos los que irían en el viaje, la bahía estaba llena de personas que desde muy temprano estaban cumpliendo con su obligación de hacer ejercicio matutino.

El bote llegó. Era amplio y en él, fácilmente podían caber entre 15 y 20 personas. Se realizaron todos los controles antes de salir. La policía y los encargados de revisar que todos los papeles del navío estuvieran al día. Todo estaba en perfecto orden y se podía zarpar.

Después de meter algunas bolsas con alimentos en la embarcación, todos estaban en sus puestos y listos para empezar el recorrido. El mar, que estaba tan tranquilo, nos llamaba a empezar nuestro viaje. La primera parada fue en Bocachica. Unas hermosas, históricas e imponentes fortificaciones que se levantaban mientras la bandera nacional sucumbía ante la fuerza del viento, que la hacía moverse fuertemente. Algunas canoas con pescadores solitarios daban una vista magnifica, digna de una postal. El cielo nublado, daba presagios de lluvia, aunque no cayó ni una gota. Nuestra llegada al hotel Barú Playa fue mágica. Desde la embarcación, se apreciaba a lo lejos una playa, de arena blanca, unas cuantas construcciones, escondidas entre árboles no tan altos. El agua llamaba a los visitantes a zambullirse en ella y las sillas asoleadoras, bajo la sombra de la naturaleza y algunas sombrillas, daban ese toque relajante que los visitantes iban buscando. El boté llegó a un pequeño muelle de tablas grises que se extiende desde la playa y llega hasta un poco dentro del mar. El agua aunque parecía profunda, no lo era, pues no llegaba ni al pecho de una persona de estatura promedio.

Es un hotel de 5 habitaciones a la orilla del mar. Entre árboles de baja altura, con una brisa que acaricia y refresca se levantan pequeñas construcciones que dan, a los visitantes, un rato de desconexión. El verde del pasto y las hojas de los árboles dan un aire de paraíso escondido donde los turistas vienen a desconectarse de la ciudad y sus afanes. La bienvenida es con un cóctel, a todos los visitantes se les recibe así. El staff del lugar siempre está con la mejor actitud y disposición. Son amables y están dispuestos a atender cualquier necesidad, dan un fresco saludo que parece mezclarse con la brisa del mar.

El viaje desde Bocagrande hasta este paradisíaco lugar, no dura más de 45 minutos. Solo se puede llegar en bote, aunque se puede hacer una parte del recorrido por tierra. La soledad y el silencio del hotel es algo que simplemente cautiva. Estar en completa paz y tranquilidad es algo que muchos desean pero que no todos logran obtener. Barú Playa es ese lugar donde se puede obtener el descanso que tanto se busca.

Pero el lugar no solo se destaca por la cálida atención y el esplendido servicio, sino que también logra resaltar por sus restaurante y la propuesta del mismo. El sabor de la comida es extraordinario y la presentación de los platos muy elegante. Estas dos cosas dan ese toque perfecto para que el descanso, y la relajación sean perfectos. Jorge comenta que “a la gente le gusta mucho este lugar, los que vienen llegan pensado que esto va a ser un hotel donde va a haber mucha gente, y cuando están acá se dan cuenta de que son 300 metros de playa y que es prácticamente para ellos solos. Se sienten increíble. Además la gente aquí, tiene el compromiso de atender muy bien a todo el que llega, y eso es lo que ofrecemos. Tu hoy en día llegas a un hotel y eres uno más, aquí no. Este lugar te hace sentir como si estuvieras en tu casa”.

Barú Playa es un lugar, digno de conocer. La experiencia que se vende en este sitio es única y si se tiene la oportunidad de ir a visitarlo hay que aprovecharla. Las reservaciones se pueden hacer desde la página oficial del hotel www.baruplaya.com para comunicarse directamente con ellos, o desde cualquier portal de reserva.