Argentinos, chilenos, brasileños, europeos... el país de procedencia parece ser lo de menos, lo cierto es que el barrio Getsemaní de Cartagena actúa como imán para los turistas conocidos como mochileros.
En temporadas altas o bajas, cuando el sol apenas se asoma por las tradicionales, coloridas y llamativas calles getsemanicenses, se ve transitar estos aventureros con morral a cuestas, en busca de planes accesibles para hospedarse. Por ello, el boom de hostales sencillos, hoteles boutique lujosos, restaurantes, bares, cafés, pizzerías y demás sitios comerciales en este rincón de La Heroica. En Getsemaní hay 47 establecimientos de alojamiento con 774 habitaciones, según el SITCAR. Las tarifas oscilan, en habitación compartida entre 25.000 y 35.000 pesos por noche.
Solos, en pareja y muy pocos en grupo, este turismo tradicional en este sector histórico de la ciudad no opta por tours o agencias, ellos mismos arman sus viajes y sus planes. Por lo general, la estadía es prolongada y algunos permanecen durante semanas e incluso meses en este barrio que queda a pocos metros de la afamada Torre del Reloj.
Al parecer todos tienen en común el deseo de conocer lugares y gente de una manera diferente, escapando de los tours organizados y gastando lo menos posible.
Jarry Espindola, mochilero procedente de Chile, quien llegó hace un mes a Getsemaní por recomendación de un amigo, asegura que para ahorrar dinero en su travesía, escogen alojamientos económicos que ofrecen lo básico para pasar una noche y no necesitamos de una fortuna ni de cinco maletas para pasarla bien en esta ni en ninguna ciudad. La idea es ahorrar lo máximo para poder conocer y quedarnos más tiempo y más si es en esta bella ciudad y en especial en este mágico sector colonial.
El chileno reconoce que los turistas mochileros se distinguen por su sociabilidad y camaradería, somos personas que nos relacionamos con todos, por ello nos ven departiendo con los getsemanicenses y adentrándonos a su cultura y costumbres populares, teniendo en cuenta que aún habitan cartageneros raizales y nativos.
Medio dejarse entender en español; reunirse en la Plaza de La Trinidad noche tras noche; cantar champeta y hasta un vallenato los más arriesgados; compartir unos tragos en un bar cercano, acampar en Playa Blanca (paradisiaca isla a más de 20 minutos en lancha rápida desde Cartagena)
todo lo que no sean planes tradicionales como la famosa visita al Castillo San Felipe o el paseo en coche, son los placeres que estos viajeros, en su mayoría jóvenes, prefieren.
El ambiente descomplicado, la cotidianidad, la arquitectura, las casonas viejas pintadas de colores, la gente jugando dominó en las esquinas, la seguridad, la tertulia en las terrazas, la mesa de fritos en la plaza principal, las estrechas calles, los balcones florecidos, las clases gratuitas de champeta o zumba en la Plaza de La Trinidad, comprar en la tienda del barrio, la fiesta para extranjeros que realiza los miércoles uno de los hoteles de la Media Luna y el buen ambiente de los hostales hacen más placentera la estadía en Getsemaní.
Los extranjeros ya hacen parte del paisaje de las calles del Espíritu Santo, Media Luna, Larga, La Magdalena, Guerrero, Pedro Romero, del Pozo, La Sierpe, Las Palmas, Lomba, Espíritu Santo, Siete Infantes
y como ellos afirman a Getsemaní hay que regresar. Es un barrio que está vivo y que guarda aún su autenticidad.