La Pechichona, La Cucaracha, El Caporal, La Corroncha y La Arencla, son algunos de los llamativos y hasta graciosos nombres de las "chivas" que hacen recorridos rumberos por sitios estratégicos de la ciudad. Durante la rumba en "chiva", precisamente a bordo de La Pechichona me pude dar cuenta que la ciudad de noche también es alegre y muy festiva. El paseo a bordo de ese bus típico de madera, pintado con llamativos colores, bar abierto y banda de músicos sentada en la última banca, inició a las 8:30 de la noche en la Avenida San Martín de Bocagrande, por el cual sólo cancelé 30 mil pesos. Allí junto a amigos y turistas nacionales e internacionales, tomamos el camino que va desde el Parque Flanagan hasta Castillogrande. Bordeamos toda la Bahía, mientras un señor llamado Omar, nos daba la bienvenida por micrófono, de lo que prometía ser una rumba excepcional. Poco a poco nos acercamos al Centro Histórico y de inmediato observamos la majestuosidad de la cúpula de la iglesia San Pedro y de la Catedral, la Alcaldía de Cartagena y la Torre del Reloj. Al llegar al Centro de Convenciones cruzamos por la Calle del Arsenal o Zona Rosa. Allí observamos en la hilera izquierda, las discotecas y demás sitios nocturnos en donde se enciende la rumba a golpe de media noche. Por el monumental Castillo San Felipe de Barajas pasamos como a las 9:20 de la noche. Luce tan robusto como en sus inicios. A las 9:25 llegamos al Corralito de Piedra. Luego de un sorprendente recorrido por las murallas desembarcamos en Las Bóvedas, junto a los pasajeros de las otras chivas. En lo alto de uno de los baluartes de la muralla, frente al mar y bajo las estrellas, disfrutamos al compás de las notas musicales de las bandas de todas las chivas y luego, a la zona de la rumba de la ciudad, El Arsenal, donde permanecimos hasta las 12:00 de la madrugada.