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Recorrido por la arquitectura de la ciudad amurallada

En la última semana de junio tuve la oportunidad de conocer la Cartagena arquitectónica. Me sorprendió cada muro, puerta, ventana, piedra, barrote, zaguán, rampa, escalera, baranda y el mínimo detalle arquitectónico, constructivo y decorativo. Las murallas, los fuertes, las casas coloniales, los balcones, las iglesias y las monumentales edificaciones.

Aunque no tuve la oportunidad de programar en orden mi itinerario, ya sea por calles o plazas, sé que los pocos, pero significantes sitios que logré visitar me sirvieron para palpar de cerca el rico patrimonio arquitectónico colonial, civil y militar de la ciudad.

Mi mayor sorpresa fue observar las casas coloniales, elementos constitutivos de la arquitectura de la ciudad. Las flores tropicales que embellecen los balcones atrajo mi mirada y seguro la de cientos de transeúntes que quedan atónitos ante semejante belleza. Mirar hacia arriba en Cartagena es un ejercicio obligatorio si se quiere deleitar con coloridos balcones coloniales, llenos de trinitarias, coralitos o veraneras.

Tuve la oportunidad de ingresar a una de las casas, donde hoy están establecidos centros comerciales. Allí me di cuenta que fueron construidas para luchar contra el calor. Predominan los patios interiores con mucha naturaleza, arcos, balcones de madera y aljibes. Las fachadas de las casas del recinto amurallado presentan un patrón compositivo casi único. Me atrevo asegurar que todas las construcciones del Centro Histó-rico alcanzan una riqueza arquitectónica difícil de igualar.

San Pedro:

Mi recorrido inició en la Plaza de San Pedro. Mientras estaba allí, un guía cercano le explicaba a un grupo de turistas que esa bella edificación de dos pisos, donde hoy funciona el restaurante San Pedro, está justo en la plaza que durante la Colonia fue conocida como Plazuela de San Ignacio y luego de San Juan de Dios. La fa-chada posee vanos rematados en arcos de medio punto. En el nivel de arriba sobresalen balcones y tribunas con columnas que sostie-nen unos tejadillos. Esta plaza está llena de palomas que revolo-tean por doquier.

Santa Teresa:

De la Plaza de San Pedro me dirigí a la bella infraestructura del Hotel Santa Teresa, ubicado en la plaza homónima. Alguien cerca-no al hotel me informó que allí funcionó el primer convento de religiosas que se erigió en la ciudad, en 1606. Hoy, la edificación so-bresale por la calidad arquitectónica de sus cincos pisos, y los elementos de varias épocas, como la arcada colonial del primer nivel.

Museo Naval del Caribe:

En la misma plaza llamó mi atención el Museo Naval del Caribe, cuya ala que da para el lado de las murallas aún conserva su estilo colonial con sus pilastras de madera, en la primera planta, y balcones de madera con tejadillos, en la segunda. Según mis investigaciones, esta edificación colonial sirvió para albergar a los heridos del lado español y patriota, puesto que allí funcionaba el Hospital de Pobres San Juan de Dios.

Banco de la República:

Viendo que había llegado a las murallas limítrofes que enmarcan al centro, decidí retomar mi camino hacía la Plaza de Bolívar. En este punto, ubicado en una de la cuatro esquinas, se encuentra el Banco de la República. Esta sobria edificación, diseñada por el profesor belga Joseph Martens en 1926, cuenta con una fachada color crema y de disposición tripartita, en la que se organizan elegantemente (de arriba abajo) filas de ventanas, balcones y arcos de medio punto. Una edificación de visible estilo europeo que se puede apreciar en una tarde mientras se lee tranquilamente en la plaza.

Casa Marqués Premio Real:

Para tratar de seguir con la orientación de las plazas, la cual debo admitir me hacía devolver a cada rato, me encaminé a la Plaza de la Aduana justo para toparme con la Casa Marqués Real. En esta bella edificación, que por su llamativo color amarillo sobresale en la plaza, vivió el Marqués de Premio Real y posteriormente fue sede del Consulado Británico. Hoy es sede la Seccional Bolívar del SE-NA. Es una casa muy alta sin entresuelos, con acceso central. Aún conserva el vestíbulo que se relaciona con el patio a través de una arcada y con las dependencias de servicios y cocina en las crujías laterales del patio. Me impresionó la portada de piedra en su facha-da y los balcones de cuatro cuerpos. La foto que no puede faltar: la plaza de fondo, los coches que pasan y los tradicionales carritos de raspao que sobresalen como vistosos cochecitos de juguete.

Portal de Los Dulces:

Al abandonar la Plaza de La Aduana, rumbo a la Torre del Reloj, llegué al Portal de Los Dulces. Me maravillé al ver la armonía de las edificaciones y la larga arquería de punta a punta que guardan una unidad. Aunque estéticamente sobresale el diseño de los balcones de madera, se disfrutan mejor si se come un dulce típico para completar la sinestesia.

Escuela de Bellas Artes:

Nuevo día, nueva plaza. Para empezar la segunda parte de mi re-corrido me ubiqué en la Plaza de San Diego, antigua Plaza de Bahamón, que cambió su nombre a causa de la construcción del claustro designado Convento de Recoletos de San Diego. Este claustro, que aún conserva los arcos ojivales en la entrada principal y las columnas monolíticas, después de la Independencia funcionó como cárcel, escuela náutica, planta eléctrica y, finalmente, mani-comio. Hoy día, es sede de la Escuela de Bellas Artes... ya decía Molière que todo gran hombre tenía un granito de locura mezclado con su ciencia.

Universidad de Cartagena:

Desviando un poco mi camino busqué la Calle de la Universidad con Calle de La Soledad, allí encontré otra llamativa edificación que sirvió de convento de los agustinos, y que hoy día es sede de la Universidad de Cartagena. En su plaza central me fotografié aprovechando el hermoso panorama. Del pasado se conserva la estructura colonial del claustro en los dos niveles. La iglesia fue adecuada como aula máxima. La fachada exterior se compone de elementos ornamentales de distinta procedencia y tendencias estilísticas.

Bóvedas:

Llegando a las Bóvedas, quedé sorprendida por la colorida simetría de esta edificación. Construidas durante un periodo de ocho años, constituyen un conjunto de 23 bóvedas de medio cañón que tenían como finalidad la protección de la Plaza contra las bombas. Con sus 47 arcos diseñados en mampostería, las Bóvedas funcionan hoy día como pequeñas tiendas turísticas, donde se exhiben las bellezas artesanales de Colombia y la costa.

Colegio Salesiano:

En la Plaza de las Bóvedas la edificación del Colegio Salesiano se mantiene en pie como el los principios del siglo XX cuando fue construido. Puedo destacar la ornamentación de los calados que permiten la correcta ventilación, la cubierta de dos aguas, el zócalo longitudinal de la fachada del edificio, la cornisa, las ventanas rectangulares y el tejadillo

Teatro Adolfo Mejía:

Finalmente, siguiendo el camino de las murallas, llegué a mi destino final: El Teatro Adolfo Mejía. Este teatro, que inicialmente fue concebido como iglesia, se adaptó de tal manera que el 11 noviembre de 1911, aún sin terminar, fue inaugurado como Teatro Municipal. Aunque exteriormente sobresale la fachada de tres volúmenes y el ático también fraccionado, la verdadera belleza del teatro se encuentra en su interior. Un maravilloso trabajo en madera constituye las tribunas, balcones y celosías de los palcos, los cuales a su vez, organizados en forma de herradura, están protegidos bajo el techo pintado por el maestro Enrique Grau. Un lugar rojo carmesí, lleno de musas y de arte que se presta como escenario para el desplie-gue artístico y cultural de Cartagena.

Fuente: GUÍA ELARQA DE ARQUITECTURA
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