Viajar te permite conocer nuevas realidades sumergidas en culturas o pequeños mundos desconocidos. De Cartagena, por ejemplo, tenía las mejores referencias, incluso sabía que una vez llegara iba a percibir de inmediato el encanto de una ciudad cargada de grandes hazañas y anécdotas. Sus coloridas y estrechas calles llamaron mi atención, siempre transitadas y colmadas de personajes que irradian la esencia del ser Caribe, la cual podría resumir en una palabra: alegría. Su arquitectura colonial y balcones con flores de todos los colores me trasladaron a un lugar lleno de magia y tranquilidad, donde el sol te abraza como una poesía y donde las chivas rumberas recorren las zonas turísticas en medio de un carnaval.
También puede leer: Cartagena: Principal Destino de Sudamérica 2019 Son muchos los planes que se pueden realizar en la ciudad, sin embargo, resulta muy atractivo conocerla desde uno de estos coloridos buses adaptados, especialmente durante la noche. Las chivas, como se conocen popularmente en Cartagena, existen desde hace muchos años, funcionando como buses pintorescos que trasladaban a la gente de un pueblo a otro. Actualmente, y con el fin de no perder cada una de las tradiciones, se han convertido en una de las mejores alternativas de rumba para conocer la ciudad de noche. Música en vivo, barra libre, degustación de pasabocas típicos y maravillosos recorridos por los principales barrios turísticos, son apenas unas de las tantas cosas que tienen para ofrecer este tipo de tours.
Mi recorrido a bordo de una de las chivas rumberas comenzó a las 9:15 de la noche cuando pasaron por mí al hotel donde me encontraba hospedada. De allí partimos a recoger a cada uno de los turistas que también harían parte de esta experiencia que acapararía las principales calles de Bocagrande, Castillogrande, Centro, Manga y Pie de la Popa.
“¡Quiero aprender a bailar como los cartageneros!” Fueron mis primeras palabras cuando me subí a la chiva. El chofer, los músicos y el animador no dudaron en responder entre risas y casi que a una sola voz: “cuenta con eso, amiga!” Me contagié de la alegría y el sabor que transmite la música, me sentí realmente arropada por un ambiente de fiesta y de grandes dosis de alborozo.
En las chivas rumberas todo es música y alegría. Se baila sin parar y haces nuevos amigos. Además, no pueden faltar los músicos que buscan, a como dé lugar, que goces al son del tambor, la guacharaca, el acordeón y las maracas, instrumentos representativos de nuestro folclor.
El paseo culmina en una discoteca (opcional) ubicada en el Centro Histórico, donde se puede seguir disfrutando de una agradable noche, conociendo los diferentes ritmos y géneros locales, como la champeta, que difunde las raíces africanas, caribeñas y criollas, albergando vivencias y relatos populares.
No caben dudas que es una experiencia inigualable, la cual te permite conocer acerca de la historia de Cartagena de una manera diferente y única, dando cabida a la música, el baile y a cada uno de los elementos identitarios que le otorgan a la ciudad un plus, no sólo a nivel nacional, sino también internacional.
Una de las recomendaciones que se hacen es llevar ropa cómoda para que puedas gozarte cada una de las canciones y actividades que se llevan a cabo dentro de la chiva. El propósito, evidentemente, no sólo es cantar y bailar al ritmo de los animadores con la intención de pasarlo “chévere”, sino también percibir la fantasía y el romanticismo de las calles y lugares históricos a través de uno de los medios de transporte más importantes que tuvo la ciudad.
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Nota: el costo aproximado para emprender una aventura de este tipo en una chiva es de $40,000, con un costo especial para los niños.