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Historia de un romance en Playa Blanca

Tania Flórez Deschamps

Desde hace más de un mes Carmela y Juan Pablo acamparon en Playa Blanca (ubicada en la zona insular de Cartagena de Indias) y planean estar tres meses más viviendo a orillas del mar, sin otra preocupación que disfrutar uno del otro. Y no es difícil entender la decisión de este par, porque Playa Blanca es un lugar alucinante, donde se detiene  el tiempo y nada parece importar más que admirar la inmensidad del mar.

La payanés y el cartagenero se conocen desde jóvenes pero cada uno tomó caminos diferentes. Él se dedicó a viajar  desde los 17 años, logrando dar la vuelta a Suramérica cinco veces. Ella, se fue a Roma a estudiar cocina y regresó diez años después. Pero nunca perdieron contacto, inclusive una vez coincidieron en Argentina. Hace seis años decidieron unirse como pareja y cómplices de aventura.

El mismo tiempo de estar juntos es el que tienen de frecuentar Playa Blanca. Van frecuentemente, a quedarse allí por largos períodos de tiempo. Así conocieron a Rigoberto Villero, un lugareño que les abrió las puertas de su negocio y de su corazón.

Ahora, cada vez que regresan a Playa Blanca no lo hacen como clientes, sino como familiares de Rigoberto pues le ayudan en su pequeños kioscos de abarrotes y en la cocina, preparando el almuerzo a los visitantes. Esta última es la tarea preferida de Carmela, quien además de sus estudios de cocina guarda la experiencia de dos restaurantes de comida típica en el Centro Histórico de Cartagena.

Tranquilidad al 100%

La rutina de Carmela y Juan Pablo comienza a las seis de la mañana, trotan en la arena blanquecina y luego dan un paseo en canoa para admirar un poco el espectáculo submarino que brinda el agua diáfana. Regresan a cumplir sus tareas como ayudantes provisionales. Ahora están un proyecto artesanal de decoración del improvisado mobiliario de madera y kiosco de Rigoberto.

Juan Pablo aprovecha su estadía en Playa Blanca para trabajar en su arte: reconstituidos de piedras, con coco blanco y piedras semipreciosas. Un trabajo de mucha paciencia que aprendió durante sus viajes. Sus diseños provienen de las  culturas nativas de América y están relacionadas con la fertilidad, la fidelidad, la familia y la energía.

Esta pareja ama la tranquilidad lejos del bullicio de las ciudades. Por esto, luego de Playa Blanca irán a Brasil, a las playas de Pipa donde es común nadar junto a delfines o a Jericoacoara, donde se mezclan el mar con grandes dunas. Sin embargo, Juan Carlos y Carmela no son capaces de elegir un lugar sobre otro, afirman que cada uno tiene su magia y que lo mejor de Playa Blanca es la informalidad y el ambiente acogedor que hace que extraños y nativos se mezclen.

 

¿Cuál es la mejor época para visitar Playa Blanca? -les pregunté - y con una sonrisa de complicidad, Carmela me respondió – la mejor época para venir es cuando estés dispuesto, porque aquí el mar siempre está azul, la arena siempre está blanca y la gente siempre está con los brazos abiertos.

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