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Gorda Gertrudis, el recuerdo público que nos dejó el maestro

Fernando Botero, cuyo inconfundible estilo dejó una marca en el arte contemporáneo mundial, adornó ciudades de todo el mundo con sus esculturas voluptuosas y poderosas. Aunque sus piezas adornan calles y museos en diferentes continentes, es en Cartagena donde La 'Gorda Gertrudis' ha encontrado su hogar perfecto, convirtiéndose en un emblema de la cultura cartagenera.

Ubicada en la Plaza Santo Domingo desde 1994, 'La Gorda Gertrudis' no es solo una obra de arte, es un testigo de la vida cotidiana y un punto de encuentro que cualquier cartagenero que frecuente el Centro referencia. Miles de visitantes se han acercado para tocarla, retratarla y, según dice una leyenda, buscar suerte en el amor. (Lea también: Una invitación a enamorarte de la magia de Cartagena).

Es este tipo de interacción y apreciación la que Botero deseaba al donar la escultura a Cartagena. A pesar de las polémicas iniciales sobre su contraposición con la arquitectura colonial del entorno, con el tiempo la ciudad y sus habitantes han adoptado a esta voluminosa dama como una de las suyas. Hoy se integra perfectamente con el paisaje colonial, evidencia de cómo el arte contemporáneo y la historia pueden coexistir y enriquecerse mutuamente.

El volumen como filosofía

Reconocer una obra de Botero se ha vuelto un ejercicio casi intuitivo. Sus piezas, ya sean pinturas o esculturas, son testimonios de su fascinación por el volumen. Pero como él mismo ha enfatizado, su objetivo nunca ha sido simplemente retratar la gordura. Más bien, es un estudio de espacio, forma y, sobre todo, sensualidad.

En el caso de 'La Gorda Gertrudis', esta filosofía cobra vida. Su figura rotunda y la robustez de sus formas invitan a los visitantes y locales a interactuar, a tocar y a contemplar. En una plaza llena de historia, la escultura actúa como un contrapunto moderno, demostrando que el arte puede ser tanto un reflejo del pasado como una mirada al futuro.

Legado mundial

Botero, cariñosamente llamado "el maestro" en Colombia, dejó un impacto duradero en Medellín, su ciudad natal, donde el Museo de Antioquia y la Plaza Botero sirven como testimonios de su genialidad. Las esculturas, especialmente "El Pájaro de la Paz", no solo representan la estética única de Botero sino también la resiliencia y el espíritu de transformación de Medellín.

El hecho de que haya donado muchas de sus obras a las ciudades que visitó refleja su compromiso no solo con el arte sino también con el público en general. (Lea también: Tesoros históricos que esperan por ti en Cartagena).

Aunque 'La Gorda Gertrudis' en Cartagena y las esculturas en Medellín pueden ser las más conocidas en Colombia, la influencia de Botero se extiende por todo el mundo, desde Buenos Aires hasta Madrid y Barcelona. Cada ciudad que alberga una escultura de Botero tiene su propia relación con la obra, adaptándola y haciéndola suya de una manera única. En muchos sentidos, Botero ha dejado partes de su alma en estas ciudades, creando conexiones y conversaciones que perdurarán en la memoria de las ciudades y quienes las habitan.

 
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