Más de una persona ha quedado impresionada al darse cuenta que la estatua que tienen en frente no es de verdad-verdad, sino que se trata de hombres y mujeres, -comunes y corrientes-, disfrazados de algún perso-naje literario, o simplemente, representando a alguien de la vida real que siempre quisieron personificar.
Y es que resultan ser tan reales, que pueden durar horas sin moverse, y sin pestañear, ante las risas y bromas del público, que se detiene a observar el sorpren-dente espectáculo callejero.
Por unos segundos, sólo unas monedas logran devolverles el aliento de vida y la expresión humana, pero rápidamente se sonríen, saludan y vuelven a su posición estática. Quienes más disfrutan de esta ha-zaña, son los niños, quienes no se cansan de pedirles a sus padres que les regalen más dinero, para vol-ver a ver sus movimientos.
Una vez, un turista me pegó durísimo con un candado en la mano para ver si yo era de hierro, comenta Walter Hernández, uno de los 25 esta-tuistas, que se toma-ron el Centro Histórico de la ciudad, desde hace más de 5 años, cuando se impuso esta nueva forma de hacer arte en Cartagena.
Este fenómeno cultural, en su mayoría, es protagonizado por jóvenes de escasos recursos, que encon-traron en esta labor, una forma muy original, de ganarse la vida. Por eso, desde tempranas horas del día, hasta altas horas de la madrugada se encuentran estas figu-ras en cualquier es-quina o rincón del Centro.
Un arte rentable
Las estatuas vivientes, pueden ganarse fácilmente en un día cualquiera temporada baja-, entre $20.000 mil y $30 mil pesos, y en alta temporada, esta cifra puede aumentar en forma exorbitante, hasta sobrepasar los 300 mil de pesos. Sin duda, un arte, que merece una buena remuneración, pues requiere de mucho esfuerzo y dedicación.
Orlando Morillo, otro de los artistas ca-llejeros que personifica un sinnúmero de personajes a través de esta labor, asegura que se siente feliz con los ingresos que ob-tiene, ya que conside-ra que gana más así, que si se dedicara a otra cosa. Aunque no niego, que tenemos muchas dificultades con este arte, por lo general, todos los que nos dedicamos a esto, sufrimos de la vista y de fuertes migrañas, anota.
Continúa diciendo: no es tan fácil parar-se en una esquina y quedarse quieto por muchas horas, se re-quiere de mucha pre-paración y de un trabajo previo, que sólo se logra con buena práctica. Antes de sa-lir a la calle, es nece-sario estar muy relajado y llenarse de mucha energía y ganas de entregar lo mejor de ti mismo. Si estás decaído es muy difícil que lo hagas bien.
¿Quiénes son los personajes que representan?
Simón el bobito y su pastelero, perso-najes de uno de los cuentos más populares del poeta colom-biano Rafael Pombo, son entre otros, los más recurrentes y aclamados por el público infantil. Claro que no faltan los esclavos de la época colonial, las monjas, princesas y otros caballeros ilustres de cuentos de hadas. Todos, elaborados muy artesanalmente, pero con mucho tesón, para asombrar a quienes presencian esta labor.
Las estatuas vivientes son actores callejeros, que han aprendido el arte del estatuismo a fuerza de querer hacerlo y ganarse la vida de esta forma. Sin embargo, algunos de ellos pertenecen a la Fundación Llamarada, -ubicada en el Paseo Bolívar, que lidera el zanquero Harold Herrera-, y quien tiene un guinness récords con esta labor-. Allí en esa institución, han aprendido técnicas nuevas de expresión corporal y artística.
KARINA MEDINA / Revista Dónde