Una noche de domingo, que normalmente son muy solitarias y aburridas, revisé Instagram y di con un espectáculo que me dejó boquiabierta. En los más de cinco viajes que he hecho por el mundo, en distintos continentes, jamás vi algo similar. Una multitudinaria mancha de personas que bailan, mientras corean canciones frente a una gran máquina de sonido con colores llamativos, parece poco familiar. Tenía planeado llegar al llamado ‘Corralito de Piedra’ en las semanas siguientes y de inmediato anoté en mi lista de cosas por hacer: conocer los picós en Cartagena.
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El Centro Histórico me envolvió con sus coloridas, históricas y bellas callecitas; y qué decir de la comida, desde fritos hasta una buena bandeja de pesca’o en hoja de bijao degusté hasta quedar extasiada. Pero hubo algo con lo que definitivamente me quedé y es con el sabor de la música cartagenera. Después de preguntar a varias personas sobre cuándo podría ver y escuchar en vivo un picó, atiné a montarme en el taxi de un carismático hombre que casualmente escuchaba ese ritmo tan pegajoso de raíces africanas, bautizado en Cartagena como champeta.
- Disculpe… ¿eso que escucha, suena como a los picós en Cartagena, verdad?, le pregunto a pesar de estar segura de la respuesta.
Voltea sorprendido y luego me mira por el retrovisor mientras comenta sin disimular su asombro:
- Sí, ¿y usted cómo sabe?
Sonrío y de inmediato le contesto:
- Para allá es que me va a llevar.
Estábamos a escasos 2 minutos de la Plaza de Toros. Un escenario del que me entero, por el mismo taxista, que se ha convertido en el espacio por excelencia para los grandes eventos musicales locales. Grupos de personas vistiendo ropa cómoda: jeans, tenis y camisetas, se movilizan mientras uno que otro va adelantándose con las cervezas. Confirmo que no desentono con la ropa que escogí. Fueron más de 30 minutos los que tardé en la extensa fila a
las afueras de la Plaza, y desde donde ya se escuchaban los fuertes bajos retumbar.
La ansiedad crece cuando una mujer de casi 2 metros de estatura me requisa de pies a cabeza, y cuando creí que todo había terminado, me pide que me quite los zapatos. La revisión fue más exhaustiva que cualquier esquema de seguridad de un aeropuerto internacional. Adentro, lo primero que hago es comprar una cerveza y empiezo a buscar con la mirada el que puede ser el mejor espacio para ubicarme. A la altura de los grandes festivales musicales, esa noche el picó presentaba su más reciente álbum o, como lo llaman en el mundo champetúo, volumen; me entero de esto gracias a uno de los parejos que tuve en la noche.
La emoción estaba en su punto de ebullición cuando de repente en tarima aparece el Dj estrella del picó. Vistiendo una llamativa camiseta de lentejuelas azul, era casi inevitable no voltear a verlo. Los flashes de los celulares lo acompañan en su gran presentación que arranca con una canción que termina de extasiar al público. La gente baila,
otros le dan un sorbo a su cerveza y cantan como si se tratara de un himno nacional en plena final de fútbol. Las parejas aprovechan para rozar sus cuerpos al ritmo de la champeta y yo estoy desde las gradas deleitándome con este espectáculo. ¡Qué buen plan son los picós en Cartagena!
“Prende la bengala”, escucho en la voz del Dj, cuando entre la multitud de seguidores se destaca uno que con su brazo levanta la intensa luz que ilumina desde el centro de la Plaza de Toros. Otro de los momentos épicos de la noche. Han pasado más de 3 horas de un fuerte calor, varias cervezas e intenso pero sensual baile, y yo no quiero que la noche termine.
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El escenario se lo van tomando exponentes del género: Young F y Mr. Black, algunos de los nombres que más recuerdo. Los pirotécnicos no podían faltar en una noche donde el picó celebraba tener nueva música para sus fanáticos y, por supuesto, por haber logrado llenar por completo la Plaza de Toros.
Estoy concentrada bailando cuando miro el reloj y recuerdo que al día siguiente debo tomar un vuelo de regreso a casa. Bebo el último trago que resta de mi cerveza y como puedo me escapo de los amigos que hice en la noche. Me despido de la Plaza pero me quedo con un par de melodías en la cabeza y, sin duda, con las ganas de regresar por muchas más noches de picós en Cartagena.
By Cindy.
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El Centro Histórico me envolvió con sus coloridas, históricas y bellas callecitas; y qué decir de la comida, desde fritos hasta una buena bandeja de pesca’o en hoja de bijao degusté hasta quedar extasiada. Pero hubo algo con lo que definitivamente me quedé y es con el sabor de la música cartagenera. Después de preguntar a varias personas sobre cuándo podría ver y escuchar en vivo un picó, atiné a montarme en el taxi de un carismático hombre que casualmente escuchaba ese ritmo tan pegajoso de raíces africanas, bautizado en Cartagena como champeta.
- Disculpe… ¿eso que escucha, suena como a los picós en Cartagena, verdad?, le pregunto a pesar de estar segura de la respuesta.
Voltea sorprendido y luego me mira por el retrovisor mientras comenta sin disimular su asombro:
- Sí, ¿y usted cómo sabe?
Sonrío y de inmediato le contesto:
- Para allá es que me va a llevar.
Estábamos a escasos 2 minutos de la Plaza de Toros. Un escenario del que me entero, por el mismo taxista, que se ha convertido en el espacio por excelencia para los grandes eventos musicales locales. Grupos de personas vistiendo ropa cómoda: jeans, tenis y camisetas, se movilizan mientras uno que otro va adelantándose con las cervezas. Confirmo que no desentono con la ropa que escogí. Fueron más de 30 minutos los que tardé en la extensa fila a
las afueras de la Plaza, y desde donde ya se escuchaban los fuertes bajos retumbar.
La ansiedad crece cuando una mujer de casi 2 metros de estatura me requisa de pies a cabeza, y cuando creí que todo había terminado, me pide que me quite los zapatos. La revisión fue más exhaustiva que cualquier esquema de seguridad de un aeropuerto internacional. Adentro, lo primero que hago es comprar una cerveza y empiezo a buscar con la mirada el que puede ser el mejor espacio para ubicarme. A la altura de los grandes festivales musicales, esa noche el picó presentaba su más reciente álbum o, como lo llaman en el mundo champetúo, volumen; me entero de esto gracias a uno de los parejos que tuve en la noche.
La emoción estaba en su punto de ebullición cuando de repente en tarima aparece el Dj estrella del picó. Vistiendo una llamativa camiseta de lentejuelas azul, era casi inevitable no voltear a verlo. Los flashes de los celulares lo acompañan en su gran presentación que arranca con una canción que termina de extasiar al público. La gente baila,
otros le dan un sorbo a su cerveza y cantan como si se tratara de un himno nacional en plena final de fútbol. Las parejas aprovechan para rozar sus cuerpos al ritmo de la champeta y yo estoy desde las gradas deleitándome con este espectáculo. ¡Qué buen plan son los picós en Cartagena!
“Prende la bengala”, escucho en la voz del Dj, cuando entre la multitud de seguidores se destaca uno que con su brazo levanta la intensa luz que ilumina desde el centro de la Plaza de Toros. Otro de los momentos épicos de la noche. Han pasado más de 3 horas de un fuerte calor, varias cervezas e intenso pero sensual baile, y yo no quiero que la noche termine.
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El escenario se lo van tomando exponentes del género: Young F y Mr. Black, algunos de los nombres que más recuerdo. Los pirotécnicos no podían faltar en una noche donde el picó celebraba tener nueva música para sus fanáticos y, por supuesto, por haber logrado llenar por completo la Plaza de Toros.
Estoy concentrada bailando cuando miro el reloj y recuerdo que al día siguiente debo tomar un vuelo de regreso a casa. Bebo el último trago que resta de mi cerveza y como puedo me escapo de los amigos que hice en la noche. Me despido de la Plaza pero me quedo con un par de melodías en la cabeza y, sin duda, con las ganas de regresar por muchas más noches de picós en Cartagena.
By Cindy.
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